Tal vez nadie nunca lo llegó
a entender, tal vez nadie quiso hacerlo.
Nunca vi la necesidad de
contarlo de tal forma en la que quedase al descubierto total, me harta, me
hastía, me mata. Me retuerzo, los recuerdos atroces de mi moral me asesinan, me
llevan al borde del abismo, pero lo que más me asusta es que no quiero
retroceder.
11 de noviembre del 2013
De repente desperté de aquel
sueño de ojos abiertos, no sabía que pasaba, tenía las mejillas cubiertas de lágrimas,
mi rostro estaba tenso, lleno de miedo, mis manos temblaban y mis muñecas
sangraban, ardían, pero lo disfrutaba, me excitaba arder en dolor, era casi
como un premio después de una buena acción, era gratificante.
Estoy convirtiéndome en
alguien que no soy, o quizás hasta ahora descubro mi verdadero yo, el yo de los
infiernos, el yo que disfruta con el dolor propio pero se exaspera con el
ajeno, un yo que se da asco, un yo verdaderamente falso.
Ahí está él, míralo tan
inhóspito, tan ajeno a sí, me da lástima. ¿Puedo acercarme a ti ésta noche?,
nadie lo sabrá, lo prometo. El cuchillo está recién afilado, es tan atractivo a
mi vista, finalmente llego donde está él, tomo el cuchillo y hago una pequeña
incisión en su pecho, veo como sangra, ya no me puedo detener, hago la herida
más grande, tanto que la sangre recubre todo su pecho, separo la piel y todo lo
que me obstruye antes de encontrar su corazón, su frágil corazón, veo como aún
palpita, hasta que con sutileza el magnífico instrumento se escabulle dentro de
aquel bicho repugnante y termina con aquel zumbido; terminó, la bestia ha
muerto.
Aquel episodio me ha dejado
impresionado, hasta que finalmente me di cuenta, por fin lo entendí, esa bestia que tanto escalofrío me daba era yo. Yo había terminado conmigo mismo, con mi vida.
Un paso más para cruzar al
infierno o quizás… ¿el infierno aún vive en mí?
“Después de un año en
terapia, mi psiquiatra me dijo: tal vez la vida no es para todos.” Larry Brown.
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